Uno
de los célebres aforismos de Georg Christof Lichtenberg dice: “Las más
peligrosas de las mentiras son las verdades ligeramente deformadas”. Mariano
Rajoy presidente del Gobierno de España, cuenta entre sus escasa virtudes la de
ser el mayor deformador de la verdad.
Rajoy
es el arquetipo del político de derecha surgido de la España profunda. Su única
actividad profesional conocida antes de dedicarse de lleno a la política bajo
la estricta tutela de Manuel Fraga, ex ministro de Franco , es como Registrador
de la Propiedad en una oscura oficina de Santa Pola, una pequeña ciudad
mediterránea. Al parecer, de esa actividad de “señor de manguitos” nace su
mentalidad de burócrata servil y su manifiesta ignorancia respecto de todos los
asuntos que, se supone, debe conocer un jefe de Estado.
Rajoy
empezó a ser conocido en la política nacional española cuando el ex presidente
José María Aznar premió su fidelidad nombrándolo Ministro de Administraciones
Públicas primero, y Ministro de Educación y cultura más tarde, reemplazando a
la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, fanática
defensora del ultraliberalismo económico y muy conocida por sus públicas
demostraciones de ignorancia. Aún resuenan sus declaraciones cuando al ser
preguntada si conocía algo de literatura portuguesa, confesó ser admiradora de
una gran poetisa llamada Sara Mago.
Tras
reemplazar como Ministro del Interior a un febril ultraderechista llamado Jaime
Mayor Oreja, Rajoy entró de lleno en las lista de los incondicionales de Aznar.
Hasta
el año 2002 Rajoy no pasaba de ser un fiel seguidor de Aznar, un funcionario
gris y sin carisma, pero en diciembre de ese año un barco petrolero, el
Prestige encalló en Galicia frente a la Costa de la Muerte, y el vertido de 77
mil toneladas de petróleo al mar provocó la mayor catástrofe ecológica ocurrida
en España. Mientras la costa del Atlántico y del mar Cantábrico, hasta Francia,
se llenaba con los residuos oleaginosos, Rajoy se estrenaba en el arte de
deformar la verdad. Según él, lo que salía de las bodegas del barco encallado
eran “hilillos de plastilina”, fácilmente controlables y que no representaban
ningún peligro para el medio ambiente. Así, empezó a “hacer currículo” de
farsante hasta conseguir que el dedo todopoderoso de Aznar lo señalara como su
sucesor, el elegido para vencer en las elecciones generales de 2004.
Pero
entonces llegó el terrible atentado terrorista del 11 de Marzo de 2004 y,
siguiendo las órdenes de Aznar, el megalómano que metió a España en la guerra
de Irak, Mariano Rajoy y el Ministro del Interior Ángel Acebes intentaron
estafar a los españoles con la más infame de las mentiras: los autores del
atentado que costó 191 muertos y más de 1700 heridos no eran terroristas
islámicos sino militantes de ETA. Ante tamaña mentira la sociedad española
reaccionó y Rajoy perdió las elecciones. Pero, y violando una regla no escrita
que dice que el perdedor de unas elecciones no puede seguir liderando un
partido, Rajoy encabezó la oposición al gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero. Empezaba una era en que la derecha en la oposición se caracterizaba
por su ánimo de venganza, y por entorpecer todas las investigaciones sobre la
corrupción del aznarismo.
En
2008 Rajoy perdió por segunda vez unas elecciones. Empezaban a sentirse los
primeros efectos causados por la quiebra de bancos como Lehmans Brothers. La
economía basada en la pura especulación se tambaleaba y Rajoy se convertía en
el líder de una oposición que, de la misma manera como la ineptitud de Zapatero
y su equipo de gobierno no les permitió ver la magnitud de la crisis, atribuía
toda la responsabilidad del descalabro al gobierno, negando el carácter global
del sismo que sacudía hasta los cimientos del sistema financiero mundial. En
ningún país de Europa se vio a una oposición tan irresponsable y mentirosa como
la que encabezó Rajoy. Bajo el lema cientos de veces repetido por el actual
ministro de Hacienda Cristóbal Montoro; “dejemos que España caiga, ya la
levantaremos nosotros”, Rajoy se demostró como un farsante dotado de una cierta
capacidad histriónica para debilitar los esfuerzos, por lo demás equivocados e
inciertos, del gobierno de Zapatero para enfrentar tardíamente la crisis.
El
gobierno de Zapatero abandonó cualquier atisbo de política socialdemócrata,
hizo el trabajo sucio de la derecha; los primeros recortes, bajas de salarios,
entrega de dinero público a la banca privada, y así , con la confianza de sus
votantes perdida, el PSOE llevó a la derecha , a Rajoy a vencer en las
elecciones de 2011 con una aplastante mayoría absoluta.
Y
es a partir de ese triunfo cuando España, liderada por Rajoy, se convierte en
el país incierto del eufemismo. A las dos semanas de asumir el cargo de
presidente del Gobierno traicionó todas las promesas que hizo durante la
campaña electoral. Los recortes a las prestaciones sociales empiezan a llamarse
“ajustes”; los recortes a la educación y sanidad públicas son presentadas como
“medidas para ganar la confianza de los mercados”; una reforma laboral (la
segunda en menos de dos años) que facilita el despido y aumenta la precariedad
laboral –y esto con cinco millones de desempleados- es llamada “ajuste
estructural para la creación de empleo”; un rescate europeo de cien mil
millones de euros, con cargo al presupuesto del Estado, para la banca privada,
resulta ser “una inyección de liquidez conseguida en términos muy
convenientes”; los nuevos recortes salariales a los empleados públicos a los
que se quita la paga de navidad son llamados “ajustes para la consecución de
los objetivos de déficit”; la eliminación del derecho a la seguridad social de
emigrantes y familiares a cargo de personas física y psíquicamente dependientes
en el lenguaje de Rajoy se llama “medidas para saneamiento de la seguridad
social”; y a una pesadilla de incesantes medidas que empobrecen y acercan la
miseria a miles de familias se agrega la subida del IVA, pero en ningún caso de
los salarios, la reducción de las pensiones y la joya de esta última semana: a
la reducción del dinero que reciben los desempleados por un tiempo máximo de
dos años, se la reduce al 50 % como “ una medida para estimular la búsqueda de
empleo”.
España
es un país que camina a pasos agigantados a la debacle social, a la ruina, a la
pérdida de todos los derechos, a un retroceso a los oscuros tiempos del
franquismo.
Ni siquiera dictadores obtusos como Nicolae
Ceaucescu se habrían atrevido a hacer del eufemismo, de la mentira despiadada,
su única herramienta para practicar una idea criminal de la política, al
servicio de los especuladores, de ese miserable 1% de la humanidad que se ha
apropiado del 99% de la riqueza planetaria, y que eufemísticamente se llama
“Mercado”.